jueves, 27 de mayo de 2010

27 DE MAYO DE 2010

LA GACETA DE INTERECONOMIA


El político socialista afirmó en 'El País' que su relación "es desinteresada"

Bono concedió subvenciones a Rafael Santamaría cuando era presidente de la Junta

El constructor obtuvo las ayudas en concepto de "primas de ovino-caprino". Continuó percibiendo dinero hasta los 106.466 euros.

El pasado 10 de mayo José Bono, presidente del Congreso de los Diputados, declaraba en El País sobre su amistad con Rafael Santamaría: "Si encuentra una sola obra pública de esa empresa –Reyal Urbis– en Castilla-La Mancha, dimito como presidente del Congreso".
Antes, había sido muy claro explicando su amistad con el constructor: "No es amigo, es muy amigo, pero no es mi amigo del alma. Nos presentaron en 1990. Nuestra relación es pública y notoria, pero desinteresada".
Sin embargo, LA GACETA ha tenido acceso a unos documentos que confirman que Rafael Santamaría a través de su empresa Vega del Zancara recibió subvenciones por parte de la Consejería de Agricultura de Castilla-La Mancha entre los años 2003 y 2007. Asimismo, la mujer e hijos del constructor también fueron perceptores, a título individual, de ayudas económicas relacionadas con dichos terrenos.
En 2006, Santamaría adquirió, de manera irregular, la finca La Veguilla, en la localidad conquense de Las Pedroñeras. En las 3.000 hectáreas de terreno se ha construido una casa de 400 metros por planta.
Junto a la propiedad, el constructor logró que el ayuntamiento, en manos socialistas, firmase un convenio por el que adquiría la propiedad por 30 años de todos los caminos públicos que cruzan la finca.
En 2003, siendo José Bono presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, el consejero de Agricultura y Medio Ambiente era Alejandro Alonso Núñez. Ocupó su cargo desde 1996 hasta 2003 y en el último año al frente de la consejería su departamento destinó 33.320 euros a Vega del Zancara, empresa de Rafael Santamaría que adquirió la finca La Veguilla. Esta cantidad se recibió en concepto de primas de ovino-caprino. Las cantidades de estas partidas son recibidas según el número de cabezas de ganado.
Cultivos y olivos
En 2006, con Mercedes Gómez Núñez como consejera de Agricultura, Vega del Zancara vuelve a ser agraciada con una cantidad de 4.765 euros. En esta ocasión, el dinero recibido estaba destinado a cultivos herbáceos. Según la Junta, por la transformación de este tipo de cultivos en praderas permanentes o forrajeras para consumo a diente. Suele ser dinero entregado para el cultivo de tierras de labor, especialmente los destinados al cultivo de trigo o cebada. En 2007, tanto Vega del Zancara como toda la familia Santamaría, a título individual, recibieron ayudas.
La empresa propietaria de la finca La Veguilla recibe este año una ayuda de 8.165 euros en concepto de “Control integrado del olivar-Feader”.
A su vez, la Junta también tramitó unas cantidades para “ayudas para el desarrollo y ordenación de bosques”. Estas cifras se emplean para trabajos de podas, arranques o limpiezas de las fincas.
En este apartado, María del Mar Moliner Martínez, mujer de Rafael Santamaría, fue perceptora de 10.529,66 euros; y los hijos del matrimonio Santamaría Moliner, Rafael, Raquel y Teresa, con 10.485, 10.548 y 10,474, respectivamente. La suma total de estas ayudas para la empresa y familia de Santamaría ascendió a 106.466 euros.
El consejero Alonso
Alejandro Alonso ha sido una persona muy ligada a José Bono. Actualmente es diputado y vocal de la diputación permanente en la comunidad de Castilla-La Mancha. Ocupa en la Junta el cargo de portavoz de la comisión de Agricultura, Pesca y Alimentación y ha sido la voz de los socialistas durante la polémica tramitación del estatuto comunitario. Fue número tres por Toledo en la lista que encabezó Bono en 2008 y anteriormente fue candidato a la alcaldía de la misma ciudad en 2004. Perdió ante el popular José Manuel Molina y ahora, cosa curiosa y poco habitual, es concejal y portavoz en el ayuntamiento del PSOE a la vez que diputado.

Lo que Bono nos enseña
¿Cómo es posible que un político pueda enriquecerse de manera tan obvia?

Entre quienes no comparten las ideas de la izquierda es muy normal pensar que su fundamento resida en la envidia, en la pasión por la igualdad. Me parece que, hoy en día, en la base de la mentalidad izquierdista, la envidia ha sido sustituida por otra pasión, a saber, la autocomplacencia, el regodeo en la propia excelsitud. Todo buen izquierdista está encantado de conocerse.
Piénsese en el caso Bono, por ejemplo, un líder muy característico de la izquierda. Pedirle a Bono que fuese envidioso sería realmente notable. ¿Qué va a envidiar quien todo lo tiene? Bono es un político de éxito, un admirable y discreto gestor de su patrimonio que ha conseguido amasar una fortuna sin renunciar a sus inquietudes sociales. Provisto de un singular tino para las buenas relaciones y los negocios familiares, ha conseguido una posición económica envidiable, mientras brilla con luz propia en un partido que, al menos nominalmente, es obrerista, es decir, escasamente aficionado a las hípicas, los Cayennes, o las monterías. Por asombroso que parezca, los votantes y militantes del PSOE que, por lo general, seguirán sintiendo cierto recelo frente a los propietarios de dúplex y áticos en zonas de lujo playero, encuentran en Bono un modelo, lo que también abona la idea de que, en la izquierda, de haber envidia, sería una planta trepadora. Pero ni Bono tiene nada que envidiar, ni si la envidia fuese el motor oculto del socialismo podría entenderse su ascendente izquierdista. Bono está, en cambio, encantado de ser quien es, de saber ser todo para todos, y esa satisfacción suya se refleja en el entusiasmo de sus votantes, unos tipos listos a los que él no deja de alabar por su sabiduría al haberle preferido.
Ahora bien, la autocomplacencia es siempre una forma de ceguera. Seducidos por su maravilloso recetario, algunos izquierdistas no suelen caer en la cuenta de detalles que puedan afear sus teorías. Volvamos a Bono, por ejemplo; apenas cabe duda de la excelencia de su pensamiento político, una síntesis creativa que acoge cuanto haya de bueno por la izquierda, la derecha o el centro. Nada le es ajeno al pensamiento de Bono. Otra cosa sería que nos fijásemos en su conducta, al menos en lo que no aparece a primera vista; entonces el panorama tal vez no resultase tan halagüeño, porque, más allá, de triquiñuelas y montajes, la pregunta esencial debiera ser si se puede tener por normal que un personaje dedicado por entero y desde siempre a la vida política haya podido amasar una fortuna como la del simpático manchego.
¿Cómo es posible que un político pueda enriquecerse de manera tan obvia sin que salten las alarmas sociales? La clave está en una de las características más singulares de nuestra cultura política. Nuestra vieja tradición nos ha enseñado a venerar las palabras, y a subestimar los cálculos, que siempre nos parecen algo mezquinos. Nuestra cultura barroca se extasía con el tipo de razones que se caricaturizan en El Quijote, con esa mezcla garbancera de refranes y locuciones pretenciosas en las que Bono es un auténtico maestro. En este clima intelectual, se tiende a creer que lo único importante son las ideas, y que de los hechos no merece la pena ocuparse. Si a eso se añade el que reservemos a los jueces el dictamen sobre la honestidad de los políticos, es normal que nos cueste sospechar de alguien que se haya enriquecido de manera tan obvia, sin trampa aparente, y al que nunca van a molestar los jueces y fiscales, tan entretenidos como están en otros menesteres. El caso es que, aunque tendamos a sospechar de cualquier riqueza, sospecharemos menos de quien esté revestido de una responsabilidad institucional tan alta. Seguro que muchos españoles han podido pensar “hay que ver que tío tan listo”, al enterarse de las proezas económicas de Bono, y algunos habrán podido ver envidia, precisamente, en quienes se han asombrado de la extraordinaria habilidad de Bono para ir tejiendo una fortunilla.
Creer a pie juntillas en la indiscutible excelencia de quienes profesan nuestras mismas ideas, incapacita para cualquier sospecha sobre la moralidad de la conducta de un líder de ideario tan explícito como Bono. Quienes no distingan entre el ideario y la ética, ni entre la ética y la legalidad, jamás comprenderán que su entusiasmo sirve de muro tras el que se pueden ocultar los mayores escarnios a la decencia y a la democracia. El dogmatismo ideológico y la mentalidad de partido impiden ver cómo puede haber acciones que sean, a la vez, jurídicamente pulcras, o al menos pasables, y asquerosamente corruptas. Sin embargo, sería muy fácil reparar en que los ladrones siempre se escudarían, si pudiesen, tras la capa de un obispo, la espada de un general o las ideas de un demagogo. Bien está el respeto a la presunción de inocencia, pero sería excesivo seguir creyendo que los niños vienen de París.

EXTRACONFIDENCIAL.COM

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