domingo, 23 de mayo de 2010

23 DE MAYO DE 2010

LA GACETA DE INTERECONOMIA

Reyal Urbis rebajó a Bono 549.460 euros en los áticos de Estepona

La inmobiliaria que los comercializó confirma que tiene dos inmuebles contiguos que “le entregaron ya unidos y con mejoras”. Su precio debió ser de 1.474.460 euros; Bono los escrituró por 925.000 euros.


José Bono y su familia adquirieron en julio de 2006 dos áticos en el lujoso residencial Las Náyades, ubicado en Cabo Bermejo (Estepona). Sin embargo, José Bono sólo reconoce tener uno. Reyal Urbis, propiedad de Rafael Santamaría, gran amigo del socialista, se encargó de su promoción. La empresa que los comercializó desde principios de 2004 hasta finales de 2005, Inmobiliaria Salvago, confirma a este diario que el ex presidente manchego posee los dos inmuebles que LA GACETA había adelantado en exclusiva.
“Cuando Reyal Urbis nos encargó la comercialización del complejo Las Náyades, ya tenía reservados los dos áticos desde el 1 de marzo de 2004, por un precio conjunto de 1.028.000 euros, un valor bastante inferior al de venta de las demás unidades. Entendimos que ese era el precio de coste y que estaban apartados para alguien importante de la promotora, algo relativamente frecuente”, explica a este periódico Manuel Moreno, director general de la inmobiliaria Salvago.
Trato de favor
“Nos enteramos de que aquellos áticos contiguos eran de Bono cuando nos llamaron de Reyal Urbis comunicándonos que teníamos que abrir la caseta de ventas en fin de semana porque Bono quería ver las obras de sus pisos”, cuenta Moreno, quien critica este “trato de favor”.
El socialista acudió a visitar los inmuebles acompañado de su esposa, Ana Rodríguez Mosquera, y de un empleado de las empresas de Rafael Santamaría.
Manuel Moreno también explica que se realizaron importantes obras para unir los pisos de los Bono-Rodríguez. “Tiene uno, pero se mantienen dos escrituras diferentes. Como el complejo todavía estaba en obras se podía hacer esa reforma de unión sin tener que solicitar permisos al ayuntamiento”, apunta.
El pasado mes de abril este periódico publicó las dos notas registrales que demuestran que José Bono adquirió en julio de 2006 estos inmuebles en Estepona por medio de permuta. Tal y como informó LA GACETA, uno de ellos tiene 153 m2 construidos y 196 m2 de solárium y el anejo mide 114 m2 con 46 m2 de terraza. Disponen de dos y tres dormitorios; son contiguos y tienen escaleras interiores que conducen a los respectivos solárium de uso privativo, además de las correspondientes terrazas.
Según cuenta este agente inmobiliario, los áticos de Bono, que se corresponden con la vivienda 1 y 2 del extremo derecho de la urbanización, eran iguales a los del bloque 1 portal 1, situado en la esquina opuesta. “Estos cuatro áticos son los mejores de la promoción: los más grandes, independientes y con mejores vistas”, señala.
Como muestra el listado de ventas y reservas que acompaña a este reportaje los dos inmuebles similares a los de Bono se vendieron por 1.474.460 euros en mayo de 2004. El de tres dormitorios costó 808.000 euros, y 570.000 euros, el de dos, sin contar el IVA. En cambio, a José Bono le habrían costado 1.028.000 euros, como también se desprende del documento adjunto.
Sin embargo y de acuerdo con la información aportada a este diario por el Registro de la Propiedad de Estepona, ambos áticos fueron valorados por un precio conjunto de 925.000 euros en el momento de ser escriturados por la familia Bono.
Perdedores
La titularidad de los áticos corresponde a la empresa Ahorros Familiares Saja –administrada por Ana Rodríguez Mosquera y Pablo Muñoz Cañego– y la adquisición lo fue por título de permuta con Reyal Urbis a la que se dio un piso que poseía la familia Bono-Rodríguez en Madrid.
Conforme a lo recogido en la escritura de esta sociedad familiar, aquel piso se encontraba en un edificio construido en los años setenta, valorado en 580.600 euros, a lo que debe añadir la hipoteca de 300.506 euros. En el momento de efectuarse la permuta, tenía un inquilino.
Así las cosas, la promotora de Rafael Santamaría perdió con esta operación 893.860 euros.
Mientras, “José Bono se ahorró 549.460 euros en la escritura y el IVA del diferencial. Quizá tampoco pagó las obras de unión ni las mejoras respecto a las demás viviendas”, manifiesta el director general de la Inmobiliaria Salvago.
Manuel Moreno explica que las terrazas del actual presidente de la Cámara baja se cubrieron con unos 200 m2 de pérgolas. “Tampoco hay que olvidar las características de la permuta. La valoración que hacen en la permuta de 925.000 euros es ridícula”, añade. El agente inmobiliario aporta a este periódico las facturas de las comisiones que cobró de los otros pisos. Reconoce que le “fastidió” no cobrar comisión por la venta de estos dos áticos. “Los pisos de Las Náyades nos los quitaban de las manos”, apostilla. La mayoría de los primeros propietarios fueron inversores que los revendieron a los pocos meses de adquirirlos por un precio superior al inicial de venta.
El Residencial Las Náyades es una de las mejores promociones de Estepona. El conjunto residencial cuenta con piscinas exteriores, piscina cubierta climatizada, gimnasio, jacuzzi, sauna y jardines con especies vegetales tropicales, que incluyen, además, un lago artificial.

Arenas: “No estaría mal que Bono acudiera al notario con la declaración de sus bienes”

Javier Arenas aconseja a Bono que aclare, de una vez por todas, la evolución tan rápida de su patrimonio.

El presidente de los populares andaluces, Javier Arenas, le da un consejo a Bono para que aclare, de una vez por todas, la evolución tan rápida de su patrimonio: “No estaría mal que el presidente del Congreso acudiera a un notario con la declaración de sus bienes”. Arenas es consciente de que “la política es incompatible con el enriquecimiento.
-¿Qué opinión tiene sobre el ‘caso Bono’ del que viene informando LA GACETA?
-Que la política es incompatible con el enriquecimiento. Los españoles no pueden entender, bajo ningún concepto, que un político se enriquezca de forma espectacular en un corto plazo de tiempo.
-Bono dice que ya se ha explicado...
-Se está demostrando día a día que todas las explicaciones son absolutamente insuficientes porque aparecen más y más datos e informaciones que desmienten sus explicaciones del día anterior.
-Esperanza Aguirre recuerda que usted le recomendó acudir al notario con las declaraciones de bienes de cuando entró en política y la última presentada.
-Sí, le dí ese consejo porque creo que es lo que interesa a los ciudadanos. Uno puede tener un cierto patrimonio como consecuencia del ahorro o porque lo ha recibido de su familia, pero la gente quiere saber cómo han evolucionado esos bienes desde que eres responsable político. No estaría nada mal que lo hiciera Bono.
-Ustedes han acudido a la Fiscalía, pero parece que no muestra mucho interés en la materia.
-Resulta evidente que la Fiscalía está actuando con una gran diferencia de intensidades en función del color político de las personas a las que se investiga. No se trata de una descalificación de toda la Fiscalía, sino de que algunos fiscales están haciendo un trabajo bastante marcado por el partidismo.
-¿Se están planteando otras medidas por si la Fiscalía no actúa?
-No descartamos otras medidas.

De domingo a domingo
No tenemos vergüenza
Ustedes, lectores, se quedarían francamente preocupados si detalláramos minuciosamente, las conminaciones, oblicuas y directas, que llevamos padecidas en estos meses.

Si los lectores de ABC no leyeren La Gaceta, decisión más que improbable, estarían ahora mismo preguntándose: “Pero, ¿cómo?, ¿es que Bono tiene algún problema?”. Y es que, efectivamente, estos lectores de un periódico al que, con seguridad, este cronista le tiene mucho más afecto que el entrevistador que esta semana se prestó a servir una vez más de alfombrilla reportera del presidente actual del Congreso de los Diputados, no conocen por el referido diario peripecia alguna que justifique ni las preguntas del citado colega ni, desde luego, las invectivas, en forma de respuestas, que el señor presidente parlamentario acuñó contra los periodistas, “mafiosos” según su particular acepción, que, desde hace ya dos meses, venimos pidiéndole aclaraciones sobre algunos aspectos de su estupendo patrimonio. El señor Bono, en un lenguaje mucho más directo que el perifrástico que él suele utilizar, acusó en la intervención antedicha de extremistas de derecha, mafiosos también, a quienes, como nosotros, hemos sugerido al presidente que, en vez de acudir, al modo de De la Vega y su voto irregular de Beneixida, a la solícita y zapaterista Fiscalía General del Gobierno, haga algo bastante más sencillo: explicar las grietas que parecen abiertas en su pingües y extraordinarias propiedades. En este menester hemos estado casi siempre solos, aunque bien es verdad que, sin nosotros pedir auxilio alguno, se han venido a sumar últimamente medios tan diversos como Público, nada desafecto, que se sepa a la causa del todavía jefe del Gobierno español; El País, que se sentiría con certeza ofendido ante cualquier calificación que no sea la de “progresista”; El Mundo, al principio tan entregado a la creencia en las afirmaciones indubitables de Bono; El Confidencial, que a diario intenta ahondar en los puntos acuosos del patrimonio bonista, y otros digitales, emisoras de radio y televisión que ya resultan interesados en conocer los entresijos de la fortuna envidiable del presidente de las Cortes Españolas.
También el Partido Popular, renuente a penetrar en este enjundioso asunto, ha tomado, que se sepa, cuatro iniciativas, correspondientes a los días 29 de abril, 5, 11 y 19 de mayo. Esta última se dirige, como las restantes, a la Fiscalía del señor Conde-Pumpido, siempre tan elegantemente adscrita al Gobierno del agónico presidente Zapatero, expresando literalmente esta preocupación: “Cabría incluso serle de aplicación la doctrina que sobre el cohecho impropio establecido clarificó la semana pasada el Tribunal Supremo, puesto que las dádivas han sido aparentemente reiteradas y aparentemente opacas y, eso sí, más cuantiosas que las examinadas en aquel caso”. El párrafo hace mención al caso de los tres, únicamente tres, trajes que supuestamente recibió en su momento el máximo dirigente de la Generalitat Valenciana, y que, como es notorio, han parecido al Supremo materia más que suficiente para encausar de forma comprometida al señor Camps. El Partido Popular que, ya digo, ha entrado en el episodio bonístico o bonal con enorme cautela y la resistencia explícita de diputados, ex alcaldes y personajes varios de enorme complicidad con el presidente del Congreso, parece ahora tan enormemente extrañado como nosotros en La Gaceta y, desde luego en el Grupo Intereconomía sin excepción alguna, por la celérica actuación del fiscal jefe de Madrid, Eduardo Esteban, íntimo amigo y correligionario izquierdista de Pumpido, que ya se ha dirigido a nosotros para exigirnos, con notable rudeza, testimonios escritos y orales de todo cuanto hayamos publicado del llamado, y no por nosotros, caso Bono. Al PP, y desde luego a nuestro Grupo de comunicación, le resultaría grato seguir creyendo en la imparcialidad de la Justicia, que el citado fiscal Esteban abriera “diligencias informativas”, no le pedimos más que esto, para comprobar si los números del señor Bono precisan de alguna aclaración. Es poco en un Estado de Derecho.
Por nuestro lado, tenga por cierto el presidente del Congreso de los Diputados que vamos a ser no prudentes, sino prudentísimos, a la hora de calificar su conducta. El adjetivo “mafioso”, utilizado por él en la entrevista mencionada al principio sin que el periodista tuviera la menor intención de reprochar la contundencia del adjetivo, no figura ni en nuestro léxico, ni en nuestras informaciones sobre el caso. Eso sí, reclamamos al señor Bono y a sus asesores, respeto por la verdad: es falso, de toda falsedad, que este periódico que dirijo no se haya dirigido a la oficina del presidente parlamentario para solicitar, con humildad extrema, aclaraciones varias sobre la recurrente información que venimos publicando.
Aún estamos esperando, por ejemplo, a que uno de estos colaboradores bonales cumpla con su promesa de establecer una cita para “enseñarnos los papeles”, y aún estamos esperando, desde luego, a que este mismo individuo pida disculpas al redactor de esta Casa que, en repetidas ocasiones, le solicitó contestación. Sólo obtuvo a cambio una impertinente e inadmisible respuesta: “Ya que sois tan listos, investigadlo vosotros”.
Pues bien, hemos seguido el consejo, y en eso estamos. Y por cierto: sabemos a qué nos arriesgamos. Ustedes, lectores, se quedarían francamente preocupados si detalláramos minuciosamente, las conminaciones, oblicuas y directas, que llevamos padecidas en estos meses,con protagonistas de todo jaez; desde estúpidos y presuntos amigos que nos han advertido “Os estáis metiendo en terrenos procelosos”, a idiotas a sueldo que, con la peor leche del mundo, han venido intoxicando con especies que después se han comprobado como absolutamente falsas y con las que han tratado de hacernos resbalar en el dificilísimo camino de la investigación, a lo más horriblemente preocupante, a la denuncia expresa de nuestra propia situación. Lo digo más expresamente por lo que se refiere a este individuo que firma: ni me amedrenta que Bono o sus consejeros exhiban pormenores de mis emolumentos, los actuales o los anteriores, porque todos son honradamente trabajados, ni tengo el menor miedo a las investigaciones de los antiguos subordinados del señor Bono, el CNI por ejemplo, o del incansable Rubalcaba; no se cansen, soy caza menor.
Deberían hurgar por otros lados. No sé cuánto tiempo va a transcurrir hasta que algún ciudadano decida que la Justicia intervenga directamente en el caso Bono, el caso que el ministro de ramo, Caamaño, dice desconocer, pero sí creo que políticamente este asunto estaría visto para sentencia en cualquier país decente del mundo. En estos días he tenido oportunidad de conversar privadamente con un fiscal independiente, un magistrado del mismo jaez, un diplomático en altísimas funciones de Estado y un presidente de una enorme empresa del Ibex. El dictamen de los cuatro no dista ni un milímetro del que personalmente transcribo: Alemania, Francia, incluso Italia y qué decir de Estados Unidos exigirían en un caso así responsabilidades políticas a su protagonista. En España no es que seamos diferentes; es que a veces no tenemos vergüenza.
CARLOS DAVILA


Bono (o a Bono)

En este periódico no hemos hecho otra cosa que informar sobre la gran suerte que ha tenido el presidente Bono con la administración de sus ganancias. Nada más, pero nada menos.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Me dijo: “A mí me pueden pillar por lo que quieran, pero nunca por deslealtad”. Asentado en su antiguo despacho del Palacio de la Fuensalida de Toledo, sede de la presidencia de Castilla-La Mancha, José Bono, en el año 2000, creía que el PSOE estaba terminado en su formulación felipista, y no tenía demasiadas dudas: “Me lo van a tener que pedir mucho, porque yo no tengo mucho interés en recorrer los 70 kilómetros que hay hasta Madrid”.
Después, saben lo que ocurrió: desastre de Almunia como candidato del PSOE; congreso extraordinario del partido para elegir al secretario; elección insólita de un individuo desconocido (“de él, no se sabe si es más peligroso lo que no sabe o lo que dice saber”, confesión de un correligionario identificable); derrota de Bono, al que termina por liquidar su enemigo Alfonso Guerra; 11 de marzo de 2004 y los desastres de Atocha; Zapatero, que es presidente, lo que es tanto como decir que Manu Busto, jugador destacadísimo en el Real Oviedo (Segunda División B) jugó ayer en el Bernabéu; Bono, que deja la ciudad imperial y se coloca las cartucheras, como si fuera el general Prim, para gobernar los Ejércitos; el ministro que dimite, por inexplicadas “razones personales”; Bono, que durante meses está desaparecido pero nunca callado (sus filtradores son los nobel del menester); y, finalmente, el político que se decía dedicado a su familia regresa para sentarse como presidente del Congreso de los Diputados, tercera (¿o segunda?) autoridad del país.
Bono no pasará
También recuerdo otro episodio de hace lustros, es decir, más de cinco años, muchos años, y fuera de España, con un antiguo militante del Partido Socialista Popular, que había presidido uno de los mayores estraperlistas que haya tenido nunca la política española: Enrique Tierno Galván, al que mi colega y no obstante enorme amigo, César Alonso de los Ríos, desnudó en una biografía que el socialismo, los editores presos del PSOE y los periodistas enchochados con Felipe González, disimularon, como si estuvieran en un baile de disfraces, para que no se supiera la auténtica entraña del viejo profesor que hasta se enterró con gafas para que nadie supiera que tenía cataratas.
A lo de hoy: aquel ex correligionario de Bono me avisó, con más sorna que aversión: “Pasarán más de mil años, muchos más, pasará todo lo que tenga que pasar, pero, ¡acuérdate!, Bono no pasará”. De forma que, tras mucho tiempo en este oficio, tantas veces de tinieblas y tan pocas veces de luz, creo conocer aproximadamente de quién se trata.
José Bono es un personaje singular, más simpático de lo corriente en su partido (lo cual quiere decir que nunca ha sido un espécimen indígena), cuyo mayor atractivo ha consistido en su heterodoxia morigerada, en su indisciplina medida.
Este personaje nunca defrauda; ha sido, en toda ocasión, una fuente de noticias, de rumores y de… maldades. Poca gente como él he tratado con tal capacidad para manejar este género en el que resbalan algunos, por zafios, y otros, por granujas. Supongo –tengo que hablar en primera persona– que tras escribir lo anterior nadie puede pensar que acumulo ninguna rabia contra el actual presidente del Congreso de los Diputados.
Sus colaboradores, es de suponer que hablan en nombre de su patrocinador, difunden la especie de una campaña orquestada desde esta Casa, con LA GACETA como ariete, para denostar a José Bono.
Bien: como alguno de estos asesores cercanos (casi siempre hasta ahora, también hay que reconocerlo, tan solícitos con los periodistas) no sólo se conforman con hacerse eco de esta enorme estupidez, sino que, a mayor abundamiento, contribuyen a engordarla haciendo piruetas de puenteo sobre los auténticos responsables de este periódico, llega el momento de autenticar dos cosas: la primera: desde Intereconomía, por tanto desde LA GACETA, no se ha orquestado campaña alguna contra su jefe, ninguna.
Segunda, si existe un solo ardid que no acepte un periodista es el de la amenaza, por más que ésta pueda ser oblicua, por más que se plantee de forma genérica.
Al revés: con las amenazas a los periodistas sucede como con los patadones a Cristiano Ronaldo o Messi: nos venimos arriba.
Su enorme ventura
Y vayamos al caso, que es lo que recomendaba Pemán en su célebre verso: “Feria de abril en Jerez”. En LA GACETA venimos publicando que el presidente del Congreso de los Diputados ha sumado un patrimonio envidiable: desde alguna casa propia, otra de alguno de sus hijos, alguna sociedad dedicada a la hípica a algún bien más perfectamente descrito.
Los que creemos en la sociedad liberal y capitalista estamos orgullosos de que los ciudadanos, sea cual fuere su origen y dedicación, se enriquezcan lo más posible; eso es causa de bienestar general, puestos de trabajo y crecimiento económico indudable.
La socialdemocracia, a la que pertenece tibiamente el señor Bono (esto dice mucho y bueno de él), hace exactamente lo contrario: freír a impuestos al contribuyente, vigilarle como si fuera un reo, igualar por abajo para así controlar mejor a la infantería y, si es posible, quitarle la cartera del bolsillo para gastarse su contenido en depravaciones tan deleznables como el Ministerio de Igualdad.
Por tanto, el señor Bono tiene todo el derecho del mundo a buscar el camino de su beneficio personal y el de su familia.
Nada que oponer. Sucede sin embargo que en este país la política está asquerosa, deleznablemente pagada. Esa es la causa de que la tentación, que siempre vive arriba, induzca a muchos sujetos nada escrupulosos a robar gracias a ella, caso, por ejemplo, de Luis Roldán, tan defendido en un principio por el partido de José Bono.
Un cargo público tiene la obligación absoluta de poseer una casa transparente: se le debe ver todo, enseñar todo, demostrar todo. En este periódico, hasta el momento, no hemos hecho otra cosa que informar sobre la gran suerte que ha tenido el presidente Bono en la administración de sus ganancias.
Nada más, pero nada menos. También hemos hecho algo de esto: preguntar por qué no ha registrado en su declaración de bienes y/o actividades del Parlamento (el registro lo alimentó precisamente él, lo cual mereció todos nuestros elogios) la empresa hípica que le produce anualmente pingües beneficios.
Asimismo, hemos informado de la enorme ventura de que goza uno de sus hijos que, sin otra dedicación conocida que su afición caballista, y con una sociedad inactiva, ha podido adquirir una propiedad inmobiliaria muy decente. Eso es lo que hemos hecho hasta ahora.
Y, claro está, hemos planteado interrogantes sobre estos puntos. Ni una sola acusación, ni diatriba alguna, ni imputación indirecta que se nos pueda achacar. Nada. ¿Qué hemos recibido a cambio? Las susodichas y torticeras intimidaciones e insultos directos sobre nuestra adscripción a no se qué filiación ultraderechista.
Porca miseria, pero ni una respuesta. No pierdo un minuto de mi vida, ni gasto una palabra en contestar a estos estupendos ditirambos. Lo digo al revés para que me entiendan. Me trae personalmente por una higa que me achaquen obediencias que siempre me han sido repulsivas. Punto.
Estamos únicamente en lo que estamos: en saber cómo son y se comportan nuestros representantes, por simpáticos que nos hayan parecido siempre. Y estamos en algo más: en exigir que nos respondan porque, al fin y al cabo, no son otra cosa que administradores de nuestra soberanía. Otra vez punto. Punto final.
CARLOS DAVILA


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