jueves, 30 de junio de 2011

30 DE JUNIO DE 2011

LA GACETA DE INTERECONOMIA

Bono, ‘pontifex maximus’ de la demagogia

Bono ha conseguido, hasta el momento, parapetarse detrás del Tribunal Supremo.

http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/opinion/opinion/bono-‘pontifex-maximus’-demagogia-20110629

Jaime Ignacio del Burgo

El Diccionario de la Real Academia define la palabra demagogia como el “halago de la plebe para hacerla instrumento de la propia ambición política” y al término demagogo como “sectario de la demagogia”. El show televisivo protagonizado el pasado sábado por José Bono en La noria, con la sumisa complacencia de su presentador, es demagogia en estado puro. Se me ocurre que en la próxima edición del Diccionario se complete la definición de demagogia como el halago a la plebe “para encubrir el enriquecimiento económico a la sombra del poder”. Sin duda, Bono habría hecho las delicias del respetable revelando sus dotes de taumaturgo. Porque si no heredó una gran fortuna ni le tocó la lotería ni hizo nada inconfesable, no deja de ser un auténtico milagro que, después de vivir durante casi tres décadas del presupuesto público y del sueldo como empleada del PSOE de su esposa, haya acumulado riquezas por más de 6 millones de euros (1.000 millones de las antiguas pesetas). Y que conste que la cuenta se la hicieron los periódicos El País y Público, que al parecer se sumaron a ese “grupo de malhechores, ex reclusos, destiladores de odio y cavernícolas” que conspiran contra él porque tiene muchos adeptos entre los votantes de la derecha y eso haría peligrar las expectativas de Mariano Rajoy.
A los seis millones de euros de patrimonio, que no incluye el valor de los bienes muebles, han de añadirse otros 6 millones de euros, que es el valor de las inversiones efectuadas en Hípica Almenara. Este negocio, único rentable de su sector en España, ha obtenido en los últimos cinco años pingües dividendos gracias a la generosidad de los anunciantes, en su mayoría beneficiarios de decisiones de la Junta castellanomanchega, y a la retransmisión de concursos hípicos por TVE, decisión en la que no ha influido para nada, claro es, su condición de tercera autoridad del Estado. Que el que fuera presidente de Castilla-La Mancha, después ministro de Defensa del Gobierno de España y, por último, presidente del Congreso de los Diputados sea promotor y gestor de una hípica, sin que haya dado la menor explicación sobre cómo consiguió los fondos necesarios para su financiación y explotación es algo incompatible con los más elementales principios de la ética política. En esa democracia tan cavernícola y conservadora como la norteamericana, hace tiempo que el Gran Jurado se hubiera ocupado del asunto. Aquí, en cambio, Bono ha conseguido, hasta el momento, parapetarse detrás del Tribunal Supremo, después de contar con un defensor de lujo: el propio Ministerio Fiscal. Que, ante los abrumadores indicios de enriquecimiento no justificado aportados en la macroquerella de la Asociación Justitia et Veritas, la Sala Segunda no haya considerado oportuno la apertura de ninguna investigación, nos funde los plomos a quienes en tiempo ya un tanto lejano emprendimos la profesión de abogado y teníamos por la Justicia un respeto imponente. Pues bien, al margen de la oscuridad de su patrimonio, hay una faceta de la que o no se habla o se habla poco. Me refiero a la responsabilidad política de José Bono por ciertas decisiones adoptadas durante su mandato como presidente de Castilla-La Mancha y que han dañado gravemente los intereses generales tanto de los castellanomanchegos como del conjunto de los españoles. Por culpa de la demagogia falsaria de Bono, apuntalada por el que fuera fiscal Anticorrupción, Jiménez Villarejo, y amparada por otro de sus amigos, el juez Garzón. Años después sería el propio Bono quien se desmentiría a sí mismo, pues el Gobierno acordó enfrentarse a la Comisión Europea alegando ante el Tribunal de Estrasburgo que la acusación de fraude generalizado era rotundamente falsa. Si el recurso del Reino de España es desestimado, gracias a la actuación torticera e irresponsable de José Bono, los españoles tendremos que devolver más de 20.000 millones de las antiguas pesetas a las arcas comunitarias.
Bono promovió la construcción de un faraónico aeropuerto en Ciudad Real. Lo hizo por iniciativa de un grupo de empresarios amigos y el apoyo financiero de Caja Castilla-La Mancha (CCM). Las inversiones han superado los 1.100 millones de euros. En un principio, lo bautizaron con el nombre de Aeropuerto Don Quijote, pero desistieron después, quizás porque temieron que el antihéroe de La Mancha se despertara de su eterno descanso literario para desfacer tan gran entuerto. Al final, los platos rotos los va a pagar la propia comunidad castellanomanchega.
No es de extrañar que CCM cayera arruinada a causa de este y otros negocios calamitosos en los que revolotean siempre los generosos amigos de Bono. Se calcula que el Fondo de Garantía de Depósitos sólo podrá recuperar 1.800 de los 3.775 euros destinados al rescate de la caja. Lo más grotesco es que el dedo de Bono llevó a la presidencia de la caja a otro amigo y compañero, el ex diputado Hernández Moltó, que, en 1994 en el Congreso, espetó a Mariano Rubio, ex gobernador del Banco de España, aquel célebre “¡Míreme a los ojos!”.
La última noticia escandalosa es que Renfe ha tenido que cerrar la línea del AVE Toledo-Cuenca, inaugurada a bombo y platillo a finales del año pasado, porque la media de viajeros es de 9 al día. Alguien debería investigar todo este historial de desaguisados satisfechos con el bolsillo de los españoles del que es autor, solo o en compañía de otros, quien se ha ganado a pulso el título de pontífice máximo de la demagogia.
*J. I. del Burgo es ex diputado y académico de la Real Academia de la Historia.

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